BLOG LITERIO DE MARIO PÉREZ ANTOLÍN







domingo, 30 de septiembre de 2007

DARWINISMO SOCIAL I

Pertenezco a una especie animal que tomó la posición erguida con el único pro­pósito de reconocer en la lejanía al enemigo que se aproximaba.

Cuando las amenazas disminuyeron, el Homo erectus utilizó esta facultad para amenazar, a su vez, a otras especies.

Desaparecido todo vestigio de incertidumbre, los hombres apoyados sobre dos extremidades empezaron a exigir a sus congéneres una ligera inclinación de ca­beza, de esta forma comenzó lo que los historiadores conocen como la neolitiza­ción.

El sapiens ya no se conforma con una reverencia más o menos profunda, según los casos, prefiere la horizontalidad de los cuerpos inertes en las fosas comunes, es más unánime.

La víctima se convirtió en tirano, el tirano en asesino.

EL AGUA Y LA PIEDRA

Las Administraciones Públicas, más allá del partido que las dirija, deben dar ejemplo de buena gestión, anteponiendo la cooperación sinérgica al enfrentamiento estéril. De no ser así, somos los ciudadanos los que pagamos las consecuencias de la parálisis y el mal gobierno. Ellos representan una mala comedia de enredos políticos, y nosotros bostezamos y sufrimos en el patio de butacas sin más consuelo que un abucheo entre actos; además, sus insidias y puyazos de poco valen, pues no sólo son contumaces en el error, sino que comparten muchas veces los mismos despropósitos como siameses mal avenidos.
El último burladero que han encontrado para justificar lo injustificable es el incumplimiento de contrato, dicen ellos, por parte de las empresas que licitan obras públicas. Por mor de estos reiterados traspiés sufrimos inadmisibles retrasos en la inauguración de proyectos vitales para nuestro desarrollo, que nos ponen en una situación de desventaja con respecto a otras ciudades con líderes menos obtusos.
La recuperación del margen derecho del río Adaja debería estar concluida hace un año según los plazos previstos, pero, a pesar del dinero invertido, esta zona de ribera de altísimo valor ecológico sigue su imparable proceso de degradación asfixiada por el cemento de la especulación inmobiliaria. El Prado de Ávila pronto entrará en el libro de los records Guiness. A estas altura los abulenses debiéramos estar disfrutando de las magníficas colecciones de la primera pinacoteca del país, y sin embargo asistimos perplejos a un culebrón por entregas donde cada día que pasa es más difícil desentrañar la madeja burocrática que amenaza con postergar sine die el que debería ser uno de los recursos turísticos y culturales con más futuro de España.
Mientras los unos siguen tirándose los trastos a la cabeza de los otros, sin solucionar los problemas que en realidad preocupan a los hombres y mujeres de Ávila, para sacar alguna tajada en el circo de la permanente impostura política, el río sigue deslizando sus mansas aguas indiferente a la gresca y al tumulto mediático, sabedor que las obras humanas, por útiles y necesarias que sean, no dejan de ser una imperfecta adaptación del orden natural de las cosas que, más temprano que tarde, acabarán sepultadas por el sedimento del tiempo. Algo parecido le ocurre al Palacio de los Águila, testigo privilegiado de los avatares de una villa que se resiste a languidecer y que, sin perder los vestigios de su pasado, quiere protagonizar los cambios que la sitúen en la senda del futuro prometedor. El agua y la piedra son el símbolo de la permanencia frente a la contingencia de la arrogancia humana, cuando ésta además viene acompañada por la sinrazón, cualquier intento bienintencionado se convierte en un acto fallido y esperemos que reversible.

sábado, 29 de septiembre de 2007

DIÁLOGOS DEL CONOCIMIENTO

-¿Dime, por qué fuiste?
-Por esa extraña manía que tienen algunos hombres de perturbar el silencio del bosque, con el silencio cómplice del alma.

-¿Encontraste lo que buscabas?
Hallé, sin proponérmelo, la síntesis perfecta allí donde menos suponía.
"La rotunda pesadez del tronco y la ligera ingravidez de las ramas".

-¿Es eso suficiente?
-Tal vez, si la humanidad fuera un monte repoblado de certezas.

-¿En qué estación del año?
-En otoño, aunque parezca una broma del destino, las mejores ideas las tuvieron los ajusticiados justo antes de perder la cabeza.

LOS TOPILLOS DEL VERANO

En la cartera del Consejero de Agricultura saliente iba un regalo envenenado para la Consejera entrante, que se ha convertido, por la incapacidad manifiesta de unos, y la constancia reivindicativa de otros, en la noticia del verano. Una noticia que, como las pegadizas canciones estivales, contenía un estribillo de lo más simple y certero. Los topillos fastidiaron el veraneo del Presidente Herrera. Lo que ni el propio Villalba había conseguido en sus embates más furibundos, lo consiguieron estos pequeños roedores. La culpa no es, sin duda, de los famélicos animales, que lo único que hacen es seguir sus instintos; ni de los ecologistas, que tan sólo pretenden preservar nuestros deteriorados ecosistemas; ni de los agricultores, que defienden sus producciones, sus rentas y los paisajes rurales tradicionales. Aquí, la única responsabilidad constatable es de quien no escuchó las voces de alarma de los sindicatos agrarios cuando la cosa aún no se había desmadrado. De quien no realiza una profunda labor de investigación y control de plagas. De quien promueve una campaña irresponsable de linchamiento contra los defensores de la naturaleza para sacudirse el muerte. De quien pone a parir al Gobierno central en todo y ahora llama a su puerta en busca de ayuda. De quien aprobó unas indemnizaciones ridículas cuando dilapida el presupuesto en otras medidas suntuarias o propagandísticas (se acuerdan de la Tizona de Silvia Clemente).
A estas alturas, uno no sabe que plaga es más dañina, si la de los topirratones o la de una clase política que a la hora de agarrarse al poder da muestra de una profesionalidad depredadora y parasitaria, pero a la hora de arreglar los problemas ciudadanos prefiere desviar la atención, mirar para otro lado, improvisar y, cuando ya no queda más remedio, porque se han puesto en evidencia, guiarse por el ensayo y error. Mientras tanto, eso sí, toca poner buena cara, llenar de retórica vacía las comparecencias públicas, y esperar a que escampe a ver si las heladas y el dinero del contribuyente consiguen lo que una administración tan perfeccionada no pudo ni paliar.
Alguien debiera tomar nota de que además de gestionar las ayudas de la PAC (¿por qué será que la eficacia se aplica siempre donde está el dinero?), una política agraria seria necesita, entre otras cosas que hoy brillan por su ausencia, una planificación coherente de las estructuras agrarias, una gestión eficaz de los sistemas integrados de control y eliminación de plagas, una integración de las medidas agroambientales en el desarrollo rural. En definitiva, mucho más que coger los fondos del FEOGA con una mano, para repartírselos a los agricultores con la otra como si fueran el aguinaldo que se agradece cada cuatro años en las elecciones autonómicas.

ALTER EGO

Tu vientre es una ecuación perfecta que no pude resolver.

Una crisálida encuentra en la cuenca de tu ojo el lugar exacto del martirio.

Las olas me arrastran a los arrecifes negros de tu bahía blanca.

No quiero desnudarte hoy, compréndeme, sería como si me desnudara y viera en tu pecho amable, mi pecho primitivo.

ATRIO DE SAN ISIDRO

Los espacios, como las personas, están sujetos al dictamen inapelable del tiempo, cuyo precepto obliga a que todo cambie y nada permanezca. Empeñarse en conservar cualquier realidad al margen de las influencias del entorno es desatino y un vano empeño abocado, en el mejor de los casos, a la exposición fosilizada de caricaturas extrañas. Hay lugares que, como las personas, pueden morir de éxito. Tienen todos los elementos para alzarse con la gloria del paisaje urbano, pero sin embargo, por no se sabe que infausta combinación de circunstancias, desaprovechan su potencial, durmiendo el sueño letárgico de los rincones malhadados.
Este atrio de una iglesia secuestrada ha visto sucederse usos y funciones de lo más variopinto a lo largo de su ya vetusta historia. Seguramente algunos no le han hecho justicia, otros han sido un vulgar remedo de pasadas glorias, y ninguno, en su época más reciente, ha sabido aprovechar como es debido esta terraza a los pies de la muralla y en los márgenes del río.
No hay nada peor que los gestores políticos indecisos y de romas ideas, más interesados en el exhibicionismo mediático que en la elaboración y aplicación de proyectos útiles y bellos que satisfagan a los ciudadanos. Cuando todo parecía indicar, después del necesario traslado del mercadillo, que por fin podría salir de la degradación un ámbito que, adecuadamente remodelado, ofreciera la síntesis armónica entre la naturaleza y el patrimonio, descubrimos que no pasa de ser un solar deteriorado para el estacionamiento irregular de vehículos.
Qué lejos aquel fugaz momento de esplendor en el que nuestro atrio se convirtió en el escenario apropiado donde los tenores y las sopranos cantaban sus arias durante las apacibles noches del verano abulense. Fue una iniciativa en la buena dirección que quedó truncada porque los que debían no estuvieron al nivel exigido, y dejaron pasar nuevamente una oportunidad que combinaba dos requisitos imprescindibles en este caso; puesta en valor del conjunto, y promoción turística y artística de la ciudad. A veces nos aventuramos en arriesgadas intervenciones, no exentas de riego y de polémica, que precisan onerosos presupuestos, y desaprovechamos recursos de fácil implementación que con sólo interpretar su dinámica y su estética consiguen convertirse en referentes simbólicos con una enorme capacidad de atracción. En el caso que nos ocupa, cualquier iniciativa, ampliamente reflexionada y consensuada, debiera contemplar la posibilidad de la restitución a su ubicación originaria de un monumento en su día amortizado, y que hoy sufre la desidia y el abandono de una administración incompetente en El Retiro de Madrid.
Una vez más, nos encontramos ante la disyuntiva de aceptar sumisamente la postergación de los legítimos intereses de Ávila o pelear por lo nuestro aunque ello suponga sacar los colores a los que forman parte del mismo partido político. El amor por Ávila no se supone, se demuestra.