BLOG LITERIO DE MARIO PÉREZ ANTOLÍN







viernes, 15 de abril de 2011


Preferimos llamar discapacitado al lisiado, invidente al ciego, mayor al viejo, regulación de plantilla al despido, enfermo mental al loco; aunque no nos atrevemos a cambiar de nombre a Dios, al dinero, al Estado...
Somos cobardes hasta para jugar con las palabras. Es más fácil modificar los fonemas que la realidad; quizá sea la Lingüística la única forma de revolución posible.
La heterodoxia siempre tiene que ir disfrazada y el poder a pecho descubierto, en eso consiste la lucha de clases, la cual ha alcanzado un nivel de sofisticación tan importante que, al fin, hemos interiorizado la subyugación mediante un sistema de autocensura e inhibidores que funcionan como un mecanismo coercitivo de referentes simbólicos entre cuyos marcadores encontramos en lugar preeminente lo políticamente correcto, como dominación nigromántica por manipulación mental, que se basa en amputar parte de nuestra cosmovisión y sustituirla por el eufemismo de un parque temático donde todo es perfectamente armonioso, aséptico, cursi, amorfo...