BLOG LITERIO DE MARIO PÉREZ ANTOLÍN







domingo, 10 de febrero de 2013


Hubo reyes que decidieron el día de una batalla dependiendo de lo que aconsejara el mapa del cielo, y otros, como Carlos II de Inglaterra, que consultaron al astrólogo para saber cuándo debían dirigirse al Parlamento.
Las fases de la luna fijaban el momento en que sembrar un huerto o practicar una sangría. En el horóscopo encontraban muchos hombres escrito lo que aún tenían que vivir. Los cometas y los eclipses presagiaban múltiples calamidades según las profecías.
Hoy las predicciones se realizan utilizando medios más sofisticados: satélites, simulaciones estadísticas, estudios de mercado y planes estratégicos que nos resultan igual de incomprensibles y herméticos. Pero no ha cambiado nuestro interés por conocer lo que nos espera y seguimos cautivos del temor a lo desconocido que, con tanta facilidad, aprovechan los adivinos para desvelarnos un futuro amañado, a cambio de poner en sus manos un presente prometedor.